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sábado, 2 de octubre de 2010

2 de octubre: ¿no se olvida?

2 de octubre: ¿no se olvida?



2 de octubre 2010.
Por: Manuel Velásquez



Cada 2 de octubre se conmemora la matanza de estudiantes ocurrida en La Plaza de las Tres Culturas, en Santiago Tlatelolco. Ahí se definiría en parte el rumbo que tomaría México en los siguientes 30 años, pero también habría consecuencias funestas. Las ambiciones de poder de un Secretario de Gobernación, conjuntadas con el hambre de libertad de esa generación, dieron como resultado uno de los eventos más importantes del siglo XX para México.


A más de 40 años de aquel fatídico 2 de octubre de 1968, muchas cosas han cambiado en México. Con el correr de los años han salido a la luz muchos documentos que nos revelan las numerosas discrepancias en las que cayeron los cuerpos policíacos como el Ejército y el Estado Mayor Presidencial, en la Plaza de las Tres Culturas.

Muchas historias corren entre las personas que estuvieron esa tarde en Tlatelolco. A veces la memoria falla, pero todos los que intentan traer de regreso imágenes del mitin, coinciden en que al momento que empezaron los disparos, todo se volvió confuso y muy turbio. Personas que gritaban, caían, sangraban y morían. Escenas en donde madres perdidas en medio de los disparos buscaban a sus hijos que yacían heridos en el suelo. Todo ello, durante las más de tres horas, —dicen algunos— que duró el tiroteo.

Lo cierto es que lo que pasó ese 2 de octubre de 1968, cambiaría radicalmente la conformación de los movimientos sociales, así como la visión política de México y de sus actores. Habría un antes y un después del 68.

Si bien el movimiento estudiantil del 68 estaría enmarcado en un movimiento internacional más grande, los orígenes de éste estarían bien asentados en las profundas raíces de los movimientos sociales en México, en el ambiente de represión y hostilidad que existía hacia todo lo que oliera a un cambio del statu quo político.

EL COYUNTURAL 68

Para entender lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas, hay que definir a los actores que se vieron involucrados. A pesar de que son muchísimos, hay principalmente cuatro.

Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México en el periodo de 1964 a 1979; Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación durante el periodo de 1963 a 1969; el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional de 1964 a 1970, y Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz.

Estos cuatro actores tendrían que lidiar con un sistema político que iniciaba su decadencia y su agotamiento, así como tendrían que lidiar con las responsabilidades que acarrearía la Masacre de Tlatelolco. Sin embargo, unos decidieron hacerse “de la vista gorda” y jamás aceptaron su culpabilidad.

Para cuando llegó el coyuntural 1968, en México se vivía un periodo de revolución cultural, influenciada en gran parte por el movimiento antibelicista y el movimiento hippie, que sin embargo, también estaba ligado a los movimientos de izquierda alentados por la hoy extinta URSS.

Estos factores se combinaron junto con el comienzo de la crisis del sistema político mexicano. Unos Juegos Olímpicos, que serían el escaparate de México para el mundo, y las ambiciones de un secretario de Gobernación que buscaba llegar a la Presidencia de la República. Como resultado, se obtuvo la tragedia del 2 de octubre.

Luis Echeverría, que en 1968 estaba a cargo de la Secretaría de Gobernación, ocupó la matanza para "chantajear" a Gustavo Díaz Ordaz. Esto, con el propósito de quitar de la carrera presidencial a Emilio Martínez Manatú, secretario de la Presidencia, —abuelo de Jorge Emilio González Martínez, el "Niño Verde"—, quien era el favorito del Ejecutivo.

Echeverría, durante su Presidencia, pretendería posicionarse como el "defensor de las causas sociales" en Latinoamérica. De hecho, expresó su deseo de convertirse en el sucesor de Fidel Castro como líder moral de las revoluciones. Sin embargo, jamás tuvo éxito.

Por esta misma razón, siempre negó su participación en la masacre y le echaría la culpa a Gustavo Díaz Ordaz y al Ejército.

También, antes del 2 de octubre se iniciaría lo que luego fue conocido como el periodo de la "Guerra Sucia". Esta lucha fue la que sostuvo el gobierno mexicano contra los focos de insurrección y que comenzó, según algunos autores, cuando Lucio Cabañas fundó el Partido de los Pobres (PDLP), grupo guerrillero que operó en la Sierra de Guerrero y que sería reconocida por tener "en jaque" al gobierno hasta 1974.

EL COMIENZO DE LA TRAGEDIA

Todo el conflicto comenzó por una pelea entre estudiantes de la Preparatoria Vocacional Número 2 y de la preparatoria "Isaac Ochoterena", incorporada a la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM), ocurrida el 22 de julio. Fue opacada por la intervención y el uso excesivo de fuerza por parte de los granaderos de la policía del Distrito Federal. Esto derivaría en que los cuerpos policíacos entraran a la vocacional y arrestaran a varios estudiantes.

El 26 de julio también sería reprimida una marcha de estudiantes, por lo que al día siguiente, muchos de ellos tomarían las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM como protesta por los enfrentamientos en contra de la policía.

El 29 de julio, el Ejército y la policía rodearían los diversos planteles y en la preparatoria de San Idelfonso dispararían el famoso "bazukazo", el cual destruiría la puerta del plantel y con lo que varios estudiantes resultarían heridos y detenidos.

El 1 de agosto fue creado el Consejo Nacional de Huelga (CNH), que estaba integrado por estudiantes y profesores de la UNAM, el IPN, las escuelas normales, El Colegio de México, Chapingo, la Universidad Iberoamericana, el colegio La Salle, y algunas universidades estatales.

El 4 de agosto, el CNH expediría su pliego petitorio, en donde se exigía libertad a los presos políticos, la derogación de algunos artículos del código penal, donde se instituía la “disolución social”, la desaparición del cuerpo de granaderos, la destitución de los jefes policíacos, una indemnización a familiares de muertos y heridos, así como el deslinde de responsabilidades a funcionarios.

El 27 de agosto se realizaría una manifestación de 300 mil personas, que desembocaría en el Zócalo. Ahí fue bajada la bandera nacional y se izó una bandera rojinegra.

El 7 de septiembre, se celebró un mitin en Tlatelolco. El 13 de septiembre, se efectuó “La Marcha del Silencio”. El 18 de septiembre, el Ejército ocupa Ciudad Universitaria. El 19 de septiembre, Javier Barros Sierra encabezó una manifestación. El 23 de septiembre se enfrentarían miembros del Ejército con estudiantes.

El 27 de septiembre se realizaría otro mitin en la Plaza de las Tres Culturas, ahí se invitaría a realizar uno nuevamente el 2 de octubre.

El 2 de octubre, se realizó el mitin convocado y los cuerpos del Ejército, del Estado Mayor Presidencial y de la Dirección Federal de Seguridad, tendrían implementado un operativo para la captura de los líderes estudiantiles.

LA FATÍDICA TARDE

La tarde del 2 de octubre, como ya se tenía acordado, a las 17:30 horas, iniciaría el mitin. Sin embargo, un operativo del Ejército se habría puesto a trabajar desde las dos de la tarde. En el plan que tenía la Secretaría de la Defensa, se encontraba la aprehensión de los líderes estudiantiles por medio del “Batallón Olimipia”, y la realización de la “Operación Galeana”.

Sin embargo, tanto el Ejército como los estudiantes, estarían entrando a una trampa que terminaría en tragedia.

La Secretaría de Gobernación, en coordinación con la Dirección Federal de Seguridad y con el Estado Mayor Presidencial (EMP), habían ocupado apartamentos desde una semana antes, y es desde ahí donde dispararían a la multitud en la plaza.

Según algunos investigadores, se afirma que el acuerdo fue que los comandos de francotiradores estarían conformados por grupos de siete personas, los cuales se apostarían en el edificio Chihuahua —lugar donde estaban los oradores—, en el Templo de Santiago de Tlatelolco, el edificio “15 de septiembre”, el “2 de abril”, el edificio del ISSSTE, el de Molino del Rey, el edificio “Revolución 1910” y “Aguascalientes”.

Si se ve un diagrama de la plaza de Tlatelolco y sus alrededores, esta conformación forma un óvalo en donde las personas al centro serían un blanco facilísimo. Muestra de esto es que de las primeras bajas fue la del general José Hernández Toledo, militar que se encontraba en medio de la plaza exhortando con un megáfono a la multitud para que desalojara el sitio.

El pandemónium comenzó cuando un helicóptero que sobrevolaba la plaza disparó bengalas de color verde en dos ocasiones. La primera, tuvo como objetivo iniciar el operativo para arrestar a los líderes estudiantiles; sin embargo, cuando se encendió la segunda bengala, comenzaron a disparar los cuerpos apostados en los edificios.

El fuego nutrido duró —según relatos de militares y personas presentes en el lugar— alrededor de dos horas. Sin embargo, según un parte militar del general Mazón Pineda, aproximadamente a las 11 de la noche volvió a empezar un tiroteo más intenso que el primero, que duró alrededor de 30 minutos.

Mientras, cuerpos del Ejército, registraban habitación por habitación los edificios adyacentes. En ellos encontrarían a los tiradores del EMP, que por comunicación entre el general Gutierrez Oropeza —jefe de los tiradores— y el general García Barragán, cabeza de la Secretaría de la Defensa, y coordinador de la “Operación Galeana”, serían liberados.



Durante la noche y madrugada, las noticias serían muy confusas debido al “cerco informativo” que las instituciones del Estado mexicano impusieron. Inclusive, hasta hoy en día, mucho material tanto fílmico, como fotográfico y testimonial, está bajo el poder de instituciones como la Segob, el Ejército y el EMP. Entre ellas, 22 horas de filmación, de las cuales, sólo se han dado a conocer alrededor de 10 minutos en total.

La cifra de heridos y muertos, hasta ahora, nunca ha sido certera. Al día siguiente, las fuentes oficiales dijeron que el número de muertos había sido alrededor de 20, sin embargo, como lo describe Elena Poniatowska en su libro “La Noche de Tlatelolco”, una mujer vería en el anfiteatro alrededor de 60 cuerpos. También, en el Campo Militar número 1, según testimonios, serían llevados camiones con cuerpos, que serían quemados en las calderas de la instalación. Esto da cuenta de que el número de muertos fue, cuando menos, de alrededor de 200 jóvenes.

También se capturarían alrededor de dos mil personas, que unas serían llevadas también al Campo Militar número 1, otras al Palacio Negro de Lecumberri o a las estaciones de policía. Durante los interrogatorios, se cometerían atrocidades en contra de los presos y también habría desapariciones forzadas.

DESPUÉS DEL 68

Cabe aclarar que después de un gran evento de represión por parte de autoridades, viene la conformación de grupos subversivos y de lucha clandestinos como respuesta a esta. Un ejemplo de ello es la conformación del Ejército Popular Revolucionario (EPR), surgido a partir de la masacre de Aguas Blancas por grupos paramilitares.

El movimiento estudiantil seguiría activo después de la masacre. Una parte, sin embargo, tomaría el carácter clandestino y a partir de él, se formaría la guerrilla urbana. Esta guerrilla padeció de la gran infiltración de los cuerpos de inteligencia del Estado, lo que la llevó a caer en un estado paranoico, que abonó a su exterminio a partir de sí misma.

Del mismo modo, habría facciones radicales que se refugiarían en las selvas de Chiapas y que después de más de 20 años, conformarían el antepasado directo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

A pesar de la radicalización de algunos sectores estudiantiles, también se conformó la creación de movimientos de conciencia cívica, que luego impulsarían la transición gubernamental comenzada por Vicente Fox y el PAN.

Aún hoy en día, la Masacre de Tlatelolco sigue resonando en la vida pública de la Ciudad de México y del país. Más allá de las marchas estudiantiles que se realizan todos los años y que han perdido la identidad de sus predecesores, hay que recordar que la generación que forjó la historia en 1968, fue una generación de grandes contrastes y grandes disensiones.

No obstante, a pesar de todo, esa generación logró conformar la unidad frente a la adversidad gubernamental y supo dignificarse, sobreponerse al duro golpe que significó esa tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

Twitter: @manuelonvf

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